Preparando la tierra: compost y abonos
Para que nuestro jardín nos de muchas flores y nuestro huerto se llene de frutos, es necesario añadir nutrientes a la tierra a través de compost y abonos.
Pero no todos los suelos son iguales ni necesitan los mismos nutrientes. Por eso es mejor saber de qué tipo es nuestro suelo para saber qué necesidades tiene.
Tipo de suelo
En general, el suelo debe estar bien drenado, aireado y con humedad suficiente.
Para nuestras macetas o en espacios pequeños se puede utilizar tierra tipo universal, mezcla de arena y turba con grava en el fondo para permitir un buen drenaje.
Pero si hablamos de una extensión mayor de tierra, un jardín o un huerto, podemos conocer las necesidades del suelo por su color y la vegetación que crecen en él.
Una tierra de color negro es rica en humus y si es muy húmeda suele tener tonalidad gris.
El suelo lo podemos dividir en 3 zonas dependiendo de la profundidad de excavación:
- Superficial: con sustancias orgánicas.
- Intermedio: Contiene piedras.
- Profundo: Rocosa y determina la permeabilidad del suelo.
Veamos distintos tipos de suelos:
- Compactos: con mucha arcilla y limo. Producen terrones duros y pesados que deben romperse antes de la siembra o plantación. En caso de haber sequía, su dureza puede llegar a romper las raíces. Es conveniente mezclarlos con arena, cal y abono para ablandarlo.
- Medios: Oscuros, no se agrietan y los terrones se pueden romper con facilidad. Ideal para la mayoría de las plantas.
- Ligeros: Poseen en su composición arena, humus y limo. Incluso cuando están muy mojados forman terrones muy flojos.
- Sueltos: Es arenoso, no forma terrones y necesita abono con turba y fertilizantes.
En cuanto a su acidez o alcalinidad:
- Acido: con pH inferior a 5,5. Hay que añadirle cal viva, arcilla, piedra calcárea, marga.
- Neutro: si su pH es entre 5,5 y 6,5 de valor.
- Alcalino: pH superior a 6,5. Necesita corregirse con yeso agrícola triturado, turba ácida, azufre en flor, estiércol y sulfato de hierro.
Compost y abonos para nuestro jardín y huerto
El compost lo podemos realizar nosotros mismos con los residuos vegetales que generamos. En el jardín y el huerto siempre tenemos plantas que arrancar, césped que cortar, frutos que desechamos, etc.
Todos estos elementos, además de los residuos vegetales que generamos en nuestro hogar, son muy valiosos para añadir a la pila de compost.
En cambio, los abonos los podemos obtener del estiércol de los animales. En este caso, podríamos obtenerlo de granjas o bien comprarlo en tiendas de jardinería en formato de sacos comerciales que tienen la ventaja de que ya está maduro y listo para aplicar.
Pero vamos a profundizar con más detalle sobre el compost y los abonos.
Compost
El compostaje es un proceso similar al que se produce en el sotobosque: la materia orgánica se convierte en tierra rica en humus.
Nosotros podemos imitar este proceso natural reciclando la basura orgánica con la intención de que fermente y se descomponga para conseguir el sustrato. En este material en fermentación se produce un aumento de la temperatura y después de un mínimo 6-7 meses, no queda ni rastro de todos esos restos orgánicos que se han convertido en mantillo. Este mantillo se pasa por el cedazo y se puede utilizar para nuestras macetas, el jardín o el huerto.
Para realizar todo ese proceso podemos comprar un compostador que es un contenedor por el que echamos los restos a descomponer por la parte de arriba y por la parte inferior posee un cajón o apertura que permite ver y extraer el mantillo, si es que ha pasado suficiente tiempo para producirlo.
También podemos hacerlo de forma más casera, en un rincón del jardín o del huerto, preferiblemente si tiene un resguardo contra la lluvia, tapándolo con bolsa plástica negra para conservar la temperatura y humedad.
De los restos orgánicos hay que evitar reciclar semillas ya que podrían germinar.
Y en cuanto a tiempos, cuanto mayor sea la temperatura ambiente, menor será el tiempo requerido para concluir el ciclo del compostaje.
Abonos
La tierra tiene nutrientes que las plantas van cosumiendo y por lo tanto debemos ir reponiéndolos con abonos para continuar teniendo un suelo fértil.
Otro sistema para restituir los nutrientes perdidos es utilizar el sistema de rotación de cultivos, dicho en otras palabras, sembrar o plantar especies con necesidades nutritivas diferentes.
Los nutrientes que son necesarios para un crecimiento óptimo de los cultivos son: magnesio, azufre, fósforo, hierro, calcio y potasio.
Nitrógeno, magnesio y fósforo son los elementos con los que se suele abonar la tierra.
El nitrógeno va bien para el follaje pero en exceso es perjudicial para las flores y frutos.
El magnesio se halla en la clorofila, permitiendo la absorción del dióxido de carbono y la transformación de la savia.
El fósforo ayuda en el crecimiento de las raíces y fortalece las plantas contra las enfermedades.
El calcio ayuda a fortalecer los tejidos vegetales.
El potasio favorece a bulbos, tubérculos y rizomas y estimula el crecimiento de flores y frutos.
Podríamos dividir los abonos en dos clases: químicos y orgánicos.
Son abonos orgánicos el estiércol, el guano y la gallinaza.
El primero contiene mucha cantidad de nitrógeno. Por otro lado, los dos últimos hay que utilizarlos con precaución porque pueden llegar a quemar las plantas.
Así que ya sabes, si quieres que tu tierra sea más productiva y te llene de satisfacciones, debes nutrirla y aplicar la rotación de cultivos. De esta forma, no sólo obtendrás plantas más vigorosas y productivas sino que además evitarás plagas y enfermedades que puedan atacarlas.
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